jueves, 25 de febrero de 2010

Vals con Bashir: La mirada animada de Joseph Conrad



Desde que en 1979 Francis Ford Coppola rodara “Apocalypse Now” la guerra no se ha visto igual. No era una película sobre Vietnam, era Vietnam.

Después de esa dura metáfora de la caza del hombre y de la lealtad entre compañeros en “El cazador”, escrita y dirigida por Michael Cimino, un guión que parece inspirado en la célebre frase de Ernest Hemingway “No hay caza como la cacería del hombre. Aquellos que han cazado hombres armados durante bastante tiempo y les ha gustado, nunca se interesan por otra”.

Y de esa historia sobre las secuelas de la Guerra, del día después de Hal Ashby “El regreso”; Coppola adaptó con maestría la novela de Joseph Conrad “El corazón de las tinieblas”, su proyecto más ambicioso. M
ostrando al público las entrañas del Vietnam, visualmente fascinante, un viaje alucinante hacia la destrucción del alma, una ópera fílmica espectacular en esa escena bélica de los helicópteros bombardeando los campos de arroz, mientras se escucha a Wagner, de militares surfistas obedeciendo órdenes del Coronel Bill Kilgore (grandioso Robert Duvall), nunca la locura y el horror se plasmó mejor en imágenes.

Algo de todo esto se ve en el filme de Ari Folman “Vals con Bashir”, tal vez podría concebirse como una visión animada de la obra de Joseph Conrad, pero es mucho más que eso, Ari Folman ha ido más allá, explorando caminos que no se habían analizado antes.

Si “Apocalypse Now” era pura filosofía nitzcheana reflejada en el personaje terrible del Coronel Kurz, “Vals con Bashir” se centra en el psicoanálisis como terapia para terminar con la amnesia de los soldados que regresan a casa, después de la tragedia.

En septiembre de 1982 tras los ataques de la OLP al norte de Israel desde el sur del Líbano, el entonces Ministro de Defensa israelí, Ariel Sharon, envió a miles de soldados a combatir hacia el Líbano en la “Operación Paz para Galilea”.
Tras 88 días de resistencia, la OLP comandada por Yasser Arafat acepta la mediación de Naciones Unidas, EEUU a través del emisario Philip Habib garantiza a los palestinos el cuidado de los civiles que se encuentran en los campos de refugiados, en ese momento, comienzan los contactos de Ariel Sharon con determinados líderes falangistas.

El 14 de septiembre de 1982 una carga explosiva termina con la vida de Basheer Gemayel, Presidente del Líbano y líder falangista.

Esa será la excusa perfecta que le sirva a Sharon para cumplir con sus planes, vulnerando los acuerdos de Naciones Unidas, ordena a los combatientes el cerco de los campos de refugiados de Sabra y Shatila, permitiendo el acceso a milicianos falangistas, que, casa por casa, masacran a la población civil desarmada.

Una auténtica carnicería que terminó con la vida de 6000 inocentes, incluyendo a desaparecidos. Ari Folman estuvo allí, fue testigo de excepción de los hechos, y ha querido denunciarlo en esta película de animación, a medio camino entre la ficción y el género documental.


Trailer Vals con Bashir (Español)
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"No quiero que los espectadores salgan del cine y digan sí, este es un buen film de animación. Estas cosas pasaron, miles de personas fueron asesinadas, niños fueron muertos, mujeres, ancianos", manifestó el director en declaraciones a la prensa.

"La elección de estilo era la que era desde el principio. Estaba determinada principalmente por la naturaleza de la historia, el hecho de que la historia era real hacía que tratáramos de obtener un estilo que no fuese muy dominante, no demasiado estilizado.
Por supuesto, cualquier dibujo es parcial, nada es objetivo, pero el sentimiento, la intención era que la historia hablara por sí misma y el resultado fue una forma natural de dibujar para mí y para el resto del equipo de la película".

(Yoni Goodman, sobre el estilo de la película).
“Creo que las técnicas determinan el aspecto visual de la historia, pero las ilustraciones también determinan a las técnicas. Debatimos mucho sobre cómo dibujarlo: si hacerlo muy estilizado, muy surreal o irnos a pie de tierra y ser realistas. Ari (el director) pidió que fuésemos realistas, no al cien por cien, pero lo más cercanos que pudiéramos para conseguir una interpretación de los personajes”.

La película está rodada en animación clásica, en 3D y en animación “Flash” y es de un realismo bellísimo, acompañada de unos efectos digitales y de sonido como no he visto antes.
Los amaneceres, las ciudades en ruinas, la playa, el oleaje, el rugido del viento, los carros de combate, los helicópteros, el impacto de las balas... y esas figuras alargadas, imágenes decadentes, caminando desnudos, como zombies, disparando sin cesar a todas partes.

Con esa música clásica de fondo, de hombres danzando con la muerte, perfecta metáfora de la paranoia destructiva en los campos invadidos.

La película comienza con una conversación del director con un colega suyo en el bar. Le habla de un sueño, y le pregunta si recuerda imágenes del Líbano, Ari Folman responde que no, pero eso va a cambiar, en ese largo camino descubrirá que el pasado no le olvida y que no puede liberarse de lo que hizo tan fácilmente.

"El filme es un ejercicio psicoanalítico contra la desmemoria, de denuncia sobre aquellos crímenes, una invitación a la reflexión, para que los responsables tomen conciencia colectiva de lo que hicieron."

Recuerdos difuminados por la línea del tiempo, como la imagen que se repite de forma incesante, parece salida de un cuadro de Munch, esas figuras alargadas caminando lentamente, ese rostro cadavérico, y el ruido de la metralla, las balas perforando la garganta... familias enteras destruidas. La guerra en estado puro.

Las referencias a “Apocalypse Now” son constantes, si allí sobrevolaban en helicóptero escuchando a Wagner, aquí cantan mientras pasean con los tanques, en las dos todos los personajes nos explican lo que han experimentado en el campo de batalla, duras imágenes, diálogos de gran madurez.

En las dos los soldados viven aislados, encerrados en su mundo, algunos pierden la razón, muchos siguen su tratamiento en hospitales y centros psiquiátricos, horrorizados del drama que les tocó vivir, algunos no pueden escapar, a pesar de sus mecanismos de autodefensa, por mucho que el cerebro quiera borrar, las pesadillas vuelven.

Las dos tienen una enorme carga filosófica y en las dos está perfectamente plasmada la sinrazón y el absurdo al que se llega en la fatídica lucha, hombres robots que se enfrentan a otros sin saber porqué, armas de destrucción masiva… como esos hombres haciendo surf en la playa mientras vuelan los aviones cargados de bombas o las ametralladoras perforando un coche con los padres y un niño dentro.

En "Apocalypse Now", el capitán Benjamin L. Willard cuando describe al coronel Kurtz, parece que esté hablando de un falangista libanés o un soldado israelí, dice:
"Si los generales hubieran visto lo que yo vi, seguirían pidiéndome que le matara, más que nunca, probablemente, y su familia querría que volviera al descubrir lo lejos que de ellos estaba realmente, rompió con ellos y después rompió consigo mismo. Jamás he visto a un hombre tan destrozado, tan desesperado..."

El monólogo del coronel Kurtz es de plena actualidad:

"He visto horrores, horrores que no has visto, pero no tienes derecho a llamarme asesino. Tienes derecho a matarme, tienes derecho a hacerlo, pero no tienes ningún derecho a juzgarme.
Es imposible describir con palabras lo que esto significa, para los que no saben qué es el horror (…) horror (…) el horror tiene cara, y uno debe familiarizarse con él.
El horror y el terror moral son tus amigos, de lo contrario, se convierten en enemigos espantosos, en enemigos de verdad.

Me acuerdo cuando estaba en la fuerza especial, parece que han pasado mil siglos, fuimos a un campamento a vacunar a unos niños, dejamos el campamento.

Después de vacunarlos a todos contra la póleo, un viejo vino corriendo tras nosotros, llorando, sin decir nada, volvimos atrás, ellos habían vuelto y cortado los brazos vacunados.
Allí había una enorme pila de pequeños brazos y recuerdo también que … que yo lloré como un niño, sí, como un niño, quería arrancarme los dientes … no … no sé lo que quería hacer y me esfuerzo por recordarlo. No quiero olvidar nunca, no quiero olvidar.

Entonces vi claro, como si me hubieran disparado con un diamante, con una bala de diamante en la frente, y pensé... ¡Dios mío!, ¡qué genialidad! El genio de la voluntad de hacer eso, perfecto, genuino, cristalino, completo, puro, y entonces me di cuenta de que ellos eran más fuertes porque lo soportaban.

No eran monstruos, eran hombres, cuadros entregados, estos hombres que luchan con corazón, que tienen familia, hijos, que están llenos de amor, han tenido la fuerza, la fuerza... de hacer eso. Si contara con diez divisiones de esos hombres, nuestros problemas quedarían resueltos en el acto. Se precisan hombres con moral, y que al mismo tiempo, sepan utilizar sus instintos primordiales para matar sin sentimiento, sin pasión, sin juicio, sin ningún juicio, porque es el juicio lo que nos derrota.

Me preocupa que mi hijo no comprenda lo que he tratado de ser … y si me mataran, me gustaría contar con alguien que fuera a mi casa y le explicara todo a mi hijo, lo que hice, lo que vio, porque no hay nada que deteste más que la peste de las mentiras y si me comprende, Willard, hará esto por mí."

En "Vals con Bashir" un psicoanalista le dice al protagonista "Creo que la única solución es que descubras lo que pasó realmente, cuál fue el papel que jugaste" y Ari Folman responde "¿No es peligroso? Tal vez descubra cosas que no quiera saber sobre mí mismo". La memoria te lleva donde necesitas ir.

Una película contra el olvido que busca el perdón, como si el director pretendiera liberarse de sus fantasmas denunciando los hechos, porque, como el coronel Kurtz, todos desprecian la peste de la mentira. El horror... treinta años después. Idéntica paranoia. Idéntico estado de demencia.

La jungla en armas y el campo de refugiados devastado. Como en la novela de Joseph Conrad, algunos cruzaron la línea y llegaron más allá de lo imaginable. Hombres nadando sobre el cuerpo desnudo de una mujer, 26 perros rabiosos ladrando y corriendo por la ciudad, un menor con su lanzagranadas provocando el caos, el impacto de las balas en la garganta... como la fina hoja de la cuchilla de afeitar. La filosofía y el psicoanálisis. Wagner y Beethoven. De nuevo el corazón de las tinieblas.

Un ejercicio autodidacta que va más allá del lenguaje visual. Espero que Ari Folman se haya reconciliado consigo mismo, que haya logrado esa paz interior y que este experimento haya sido útil. Nunca el arte cinematográfico llegó tan lejos.

Lo mejor: La tecnología, la animación, los diálogos y el vals del soldado con la ametralladora.

Lo peor: Las imágenes finales, espeluznantes, combinan imagen real y animación, un cambio en la narración que sobrecoge y sorprende.

Por Carlos Gil, colaborador y experto en cine para Sinpaliativos.com

martes, 23 de febrero de 2010